El 26 de septiembre de 2008 una mujer ingresó  a un sanatorio para someterse a una lipoaspiración porque quería eliminar dos “colgajos” de su abdomen y mejorar la silueta. Eso, al menos, refirió en la denuncia que inició luego contra el médico que la operó y el sanatorio del partido de San Martín donde se hizo la cirugía estética. La práctica incluyó “dermolipectomia y lipotransferencia” -es decir, eliminación de exceso de piel y grasa de la panza y restauración de la pared muscular-.
“Inmediatamente después de la operación, comenzó a sentir una fuerte picazón,  hormigueo, dolor y ganas de vomitar… La herida supuraba entre los puntos”, sostuvo en la demanda. El médico le dijo que era normal, le puso una faja y le indicó reposo, uso de apósitos y medicación.
La paciente fue enviada a su domicilio, pese a que según refirió tenía fiebre, dolor y nauseas.
Pasaron los días, no cicatrizaba y 20 días después aún no se le habían extraído los puntos porque la herida seguía “medio abierta”.
El 15 de noviembre de 2008 se desmayó en el trabajo y fue trasladada a otro sanatorio, donde otro médico le advirtió de una infección de considerable evolución en la herida.
En ese momento dijo haber descubierto que la cicatriz de la lipoaspiración “le llegaba hasta la espalda, estaba notoriamente torcida y era estéticamente inaceptable”.
La mujer cambió de médicos para su curación y en el 2010 se hizo una nueva cirugía para mejorar el  aspecto con que había quedado desde la primera intervención dos años antes.
Además demandó a médico, sanatorio y aseguradora por la operación del 2008.
Pero la historia no terminó bien para ella: la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil rechazó su demanda porque firmó el consentimiento previo donde se advertía de posibles riesgos y consecuencias de la operación y además cambió de médico cuando surgieron problemas con la herida y eso fue definitorio: no permitió al demandado seguir con el control de su evolución.
Eso sostuvieron los jueces Roberto Parrilli, Claudio Ramos Feijoo y Omar Diaz Solimine.

Sobre el consentimiento  que firmó antes de ingresar al quirófano, los camaristas advirtieron que “en dicho documento se dejó constancia que“…La intervención a) en el lugar de la incisión siempre quedará una cicatriz, tomándose los recaudos necesarios para que ésta sea lo menos notable posible, b) todos los pacientes fumadores tienen un riesgo incrementado de sufrimiento de la piel de la región operada, c) las complicaciones que pueden originarse por intervenciones quirúrgicas de cirugía plástica son similares a las de cualquier otro tipo de operación y podrán ser tales como: inflamación, decoloración de la piel, hematoma, trastornos de la sensibilidad nerviosa, tejido cicatrizal anormal, infección, necrosis, etc.” y… “5. Soy consciente que la práctica de la medicina y la cirugía no es una ciencia exacta y reconozco que a pesar que el cirujano me ha informado adecuadamente del resultado deseado de la operación, acepto que escapa de las posibilidades del cirujano garantizar dichos resultados…Acepto cooperar con los cuidados postoperatorios indicados por el cirujano y su equipo hasta obtener el alta médica”.

Para el Tribunal de Apelaciones “no puede aseverarse que existió un mal tratamiento de la infección porque la paciente fue a ver una sola vez al médico que la operó, quien le recetó un antibioótico de mayor espectro y luego “dejó de atenderse con aquel y comenzo a hacerlo con otros medicos. La decisión de cambiar de médicos no puede ir en desmedro del demandado y excluye su responsabilidad pues no contó con la posiblidad de controlar la evolución de la patología y del tratamiento acordado quebrando la relación de causalidad”
Tampoco se demostró para la Cámara que la infección se hubiese originado en el sanatorio.

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